Consuelo Hernández
Colombia
Por desobediente
me condenaron desde siempre
aunque a esta altura de mi vida
puedo decirles que no tiene nada de especial
el árbol del bien y el mal.
Adán, como ya saben,
nunca fue solidario
y en lugar de protegerme me acusó
en su intento egoísta por salvarse.
Desde entonces empezó mi trajinar:
Fui mujer de Lot
convertida en estatua de sal.
¿Mi pecado?
Nostalgiar el pasado...
Con mi hermana
embriagamos a mi padre, Lot,
para tener descendencia
y para salvar de la extinción nuestro linaje.
Tuve un hijo con Abraham.
cuando ya estaba menopáusica
y demostré así el poder de mis ovarios.
Me dolió el sufrimiento de mi rival, Hagar,
al sentirse en un puesto secundario.
No estuve de acuerdo con el matrimonio
de Rebeca con Isaac
porque sabía que Jacobo (su futuro hijo)
tendría que decidir
entre la belleza de Raquel
y la fealdad de Lía
ambas hijas de mi compadre Labán.
Como Judith, madre de Onán,
vi a Tamara, mi otra hija,
desesperada sin su esposo
suplicando a Onán que la preñara.
Por eso acepté de buen grado
que se fingiera prostituta
para tener descendencia con su suegro Judah.
Me vi obligada a abandonar
a mi querido Moisés
en las peligrosas aguas del Nilo
para que no lo matara el Faraón.
Gracias a la casualidad
siendo princesa pude salvarlo de las aguas
sin sospechar que él liberaría
los esclavos de nuestro reino.
Fui, y no me da vergüenza confesarlo,
la trabajadora sexual que alojó en Jericó
a los primeros Israelitas llegados a esta tierra
y a cambio salvaron mi vida y la de toda mi familia.
Fui dada como premio al que venció a los cananeos.
Como Jael traicioné a Sisera
para favorecer a las tribus.
Y como Débora guié a los israelitas de Ehud.
Habité el Monte Sinaí,
y fui víctima de mi padre
por fanatismo religioso
aunque esto me valió
el título de Santa Catalina.
Guardiana de tumbas fui
pájaro y leona alada
cabeza de águila y cola de serpiente
todo este trasmigrar para llegar a ser:
virgen y madre
amante de maestros y profetas
y todas las mujeres del mundo
que hoy corren por mis venas.
Buena muestra de una gran poeta.
ResponderEliminarSaludos
Belleza...
ResponderEliminarNo se puedía esperar menos de la gran poeta Consuelo Hernández. Tremendo poema, toda la historia de la mujer resumida en este largo aliento... eso es poesía. Y qué verdades tan profundas sin signos morales, ni mojigaterías. Cara a cara con la realidad de la vida.
ResponderEliminarQué gran poema, hermano. Felicitaciones a la poeta C. Hernández
ResponderEliminarExcelente.este poema lo tiene todo.que mas se puede decir de la mujer despues de esta maravilla?
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