¿Yo?
Yo solo tristezas tengo,
Tristezas de aeropuertos
Pasillos sin fin de aeropuertos siniestros,
Vuelos nocturnos,
Adioses mojados en paredes de vidrio.
Amores y amigos entrañables
Que no volví a ver nunca más en la vida,
¿Yo?
Yo solo de despedidas vivo.
El amor me despide en las esquinas.
O en horarios horribles vespertinos,
A veces en un taxi,
O en bus que se evapora con mis ojos vacíos,
O viendo un pañuelo desde una ventana en un tren que se va al olvido.
(Buenos Aires 1978).
Yo solo tristezas tengo poetas,
Ya el amor mío, digo, el último adiós mío
Ya no las lee. Existen asuntos mas importantes en la vida…creo.
Escribo solitario esta tarde de abril en el exilio largo,
Bajo la lluvia inclemente de San José que se apiada de mí,
Y me acompaña.
¿Yo?
Sigo, con fobias de aeropuertos,
Lloro todavía al subir a un avión,
Veo a mis padres desde la ventanilla del viejo avión de Copa
En la terraza del Aeropuerto de Managua
Agitando sus brazos
Despidiéndose de mí
Para siempre,
(13 dic 1971)
En mi viaje al sur estudiantil.
Me salvan de morirme
Los encuentros fortuitos en León
Y en Ithaca.
Los abrazos de mis hermanos poetas
Y las cervezas.
Jaime Buitrago Gil leyéndome en la madrugada leonesa
Su último poema de abandonos.
También me salva la sonrisa de esta muchacha
Lejana,
Llevada una tarde hacia el sol español
En un avión de Iberia
(3 set 2009)
Me salva su esperanza
Y la máquina del tiempo de Wells,
Donde me subiría sin temores
Sin angustias, sin tener que tomarme unos tragos
Para calmar la angustia que me avecina al llanto.
domingo, 26 de diciembre de 2010
domingo, 19 de diciembre de 2010
Poema de Jaime Buitrago Gil (Nicaragua)
Jaime Buitrago Gil (Nicaragua)
Ya no leo
Y apenas escribo.
Al respirar,
Mis pulmones silban
Como llenos de carrizos;
Si el brazo alzo
Señalando una nube,
El hombro truena
Como un mástil roto.
Una bandada que no veo
Me azota con sus alas;
Un abismo sin fondo
Me hala de los pies.
La mirada plana
Recorre el horizonte,
No más arriba
Ni más abajo.
domingo, 12 de diciembre de 2010
LOS RELEGADOS DE LA TIERRA
Alberto Cabredo-Panamá
“Las flores sin perfumes deben el llamarse flores a las flores perfumadas.”Antonio Porchia
Esa mañana, contra toda lógica, se levantó como lo hacía en tiempos mejores, se arregló como solía hacerlo y salió al supermercado. Tuvo el cuidado de bajar las escaleras despacio, para evitar caer por causa de los escalones faltantes. Al salir, inicio la caminata con prisa, su afán era simple, hacer las compras de siempre para avituallar su casa. Era una tarea en que se esmeraba cada quince días. En esas ocasiones, solía canturrear bajito, bajiiiito, un párrafo de la canción Lamento Borincano del gran compositor Rafael Hernández que dice: “Sale loco de contento, con su cargamento para la ciudad, ¡ay! para la ciudad. Lleva en su pensamiento, todo un mundo lleno de felicidad, ¡ay! de felicidad”.
Llegó al Supermercado Lolita, lateral al Teatro Tropical, tomó una carretilla con una sonrisa radiante y dando los buenos días comenzó a llenar la misma con todo lo que requería en su hogar. En esta actividad consultaba con gran interés las ofertas, las fechas de vigencia, calidad de las frutas y productos perecederos. Concluido su recorrido, estacionaba la carretilla entre los anaqueles del establecimiento y se retiraba a su residencia.
El Gerente se limitaba a observar su salida y mientras reacomodaba los víveres, la cajera le increpaba su falta de acción ante este ritual que sin interrupción se repetía cada quince días. Él simplemente levantaba los hombros y le repetía: - No se irrite, es probable que su único hilo conductor con la poca cordura que debe quedarle, su único vínculo a la vida que tuvo y ya perdió, sea el sainete que monta en este supermercado. ¿Quién soy yo para destruir la ficción que mantiene sus pies aún pegados a la tierra?
Ninguno de los dos imaginaba que aquella señora medio compuesta y delgadísima, fue en su momento importante funcionaria de varios gobiernos y que inclusive, el país le debía significativos logros. Sin embargo, mermada su energía y perdidos los contactos, fue desechada como pieza defectuosa en fábrica de engranajes, y en consecuencia, mal vivía con una exigua mensualidad de la seguridad social en un barrio olvidado de la gracia de los dioses, siendo su único pecado - como el de todos sus congéneres – seguir viviendo.
Aunque no me crean, el viento tiene sus ironías y protestas (sólo hay que prestarle atención). Por eso, al verla caminando lento lentito de vuelta a casa, siempre le silbaba,sin que ella lo notara, otro párrafo de Lamento Borincano: “…Pasa la mañana entera sin que nadie quiera su carga comprar ¡ay! su carga comprar. Todo, todo está desierto, el pueblo está lleno de necesidad ¡ay! de necesidad.”
domingo, 5 de diciembre de 2010
Poema de Abelardo Sewell Tyndell (Tico panameño)
I
¿Quién hubiera pronosticado sucesos
de horror y espanto, para un pueblo
confiado en gobiernos mediocráticos;
arrodillado ante altares de promesas
como niebla y retorcijones de parto,
para solucionar problemas cotidianos.
Sin importarles las consecuencias atroces
de acontecimientos ocurridos en estos días
sin responsables de culpas señalados?
Podríamos exportar palabras vertidas
por los acomodados en butacas impunes.
Son promesas, acciones, lamentos, decretos…
Que se cuajan en flores de un solo día,
es la vida preñada de fugacidad en el tiempo.
Pareciera que nada hemos aprendimos, ya que,
prescindimos del más reciente pasado.
¿Quién hubiera pronosticado sucesos
de horror y espanto, para un pueblo
confiado en gobiernos mediocráticos;
arrodillado ante altares de promesas
como niebla y retorcijones de parto,
para solucionar problemas cotidianos.
Sin importarles las consecuencias atroces
de acontecimientos ocurridos en estos días
sin responsables de culpas señalados?
Podríamos exportar palabras vertidas
por los acomodados en butacas impunes.
Son promesas, acciones, lamentos, decretos…
Que se cuajan en flores de un solo día,
es la vida preñada de fugacidad en el tiempo.
Pareciera que nada hemos aprendimos, ya que,
prescindimos del más reciente pasado.