I
¿Quién hubiera pronosticado sucesos
de horror y espanto, para un pueblo
confiado en gobiernos mediocráticos;
arrodillado ante altares de promesas
como niebla y retorcijones de parto,
para solucionar problemas cotidianos.
Sin importarles las consecuencias atroces
de acontecimientos ocurridos en estos días
sin responsables de culpas señalados?
Podríamos exportar palabras vertidas
por los acomodados en butacas impunes.
Son promesas, acciones, lamentos, decretos…
Que se cuajan en flores de un solo día,
es la vida preñada de fugacidad en el tiempo.
Pareciera que nada hemos aprendimos, ya que,
prescindimos del más reciente pasado.
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