Marco Antonio Panduro González (Peruano en Costa Rica)
Hace poco un amigo[1] escribió: " Es la lógica del sistema que sólo presta atención a lo instrumentado por lo mediático". En referencia a la presencia de Joshua Bell - afamado concertista de violín- en la estación de metro de Washington. Allí, confundido entre la multitud, tocó su violín como cualquier músico ambulante que se gana la vida en las calles. Apenas unos cuantos se detuvieron, nadie lo distinguió, y excepto los niños que terminaban jalados por sus padres presurosos de obligaciones, solo una mujer pudo reconocerlo y se tomó el tiempo de escucharlo hasta el final de una pieza; había asistido días atrás a su presentación en el Teatro de Boston.
Estas palabras, de prestar atención a lo instrumentado por lo mediático, resumen lo que podríamos llamar el efecto malabar, como la parafernalia mediática que viaja por los 5 continentes cargada de conciertos tal, de festivales tal. Pavarotti hizo bien en el sentido que la Opera se masificara; buen punto el hecho de difundir algo hasta hace poco estaba reservada a las élites. Pero también se va perdiendo el sentido íntimo. Debe ser por eso que Sabina dijo hace poco que ya no le parecen conciertos de música, sino más bien celebraciones tribales. La gente se divierte, pero se hacen extrañar los matices, la atmósfera de los lugares pequeños, aunque esto también debe ser visto de acuerdo al género. Un concierto de Trash Metal dista mucho en calidez de atmósfera de la de uno de Smooth Jazz o del ambiente de nostalgia de Arpas Andinas.
David Robinson:
- Entonces, pregunto: ¿las Bellas Artes son para las minorías? Hermano, este tema es sumamente interesante...
Seguidamente al cabo de unos días:
Hola David, aquí nuevamente, viendo, a partir de este debate, a donde me llevan las ideas. A propósito de masas y minorías, donde preguntabas tú si las Bellas Artes estaban reservadas a las minorías. Démosle vuelta a la tortilla sobre lo que quiere decir masa y minorías.
Antes del anterior escrito, ya había leído este artículo tuyo, me llamó la atención el extracto siguiente. Dices tú:
Artículo de David:
Ahora me pregunto y pienso sobre la situación de la literatura panameña y el insustancial impacto de los escritores en la sociedad istmeña. ¿Qué ocurre? Tengo entendido que Panamá goza de una infraestructura muy parecida a la de Miami, debe a haber sido la presencia gringa durante tantos años. Pero es sinónimo de progreso, sin embargo, edificios y otras edificaciones. Los lectores panameños, los pocos que hay, aquellos que toman un libro por placer y no para hacer una tarea escolar o universitaria, ¿Serán igual de superficiales que el resto de la población? …
Escribí esto después de la última respuesta sobre los standares del arte:
Pero el término masa al parecer acarrea fibras un tanto sensibles. Aceptemos primero, en la realidad latinoamericana, que sean las minorías las cultas. Entonces, si fuera así, ¿por qué nuestros países arrastran siglos de taras y de equivocaciones recurrentes venidas desde sus gobernantes y de las clases dirigenciales? Deberíamos de suponer entonces que aquellas minorías privilegiadas carecieran de horizontes humanísticos más elevados. ¿Entonces no serán ellos masa también? Pero al mismo tiempo las masas pueden ser, al margen de su primera y principal acepción, el rebaño que sigue a su pastor, si a éste se le antoja, al precipicio. Hoy en día esa masa ostenta un alto poder adquisitivo, los encuentras de compras en los grandes almacenes, endilgados por el aparato publicitario del consumismo. Entonces, siguiendo este racionamiento ¿las minorías no serán, acaso entonces, los individuos que se resisten a aquellas órdenes y que buscan su identidad ante todo? ¿Y una de las vías de la búsqueda de esta identidad no será a través de los libros?