33.
No escribo en las
paredes.
No escribo en cadáveres
de celulosa.
Escribo en esta lápida
blanca.
Tallo un eco
ahogado.
Tallo una, diez,
cien mil palabras.
Tallo todo,
incluso el mundo.
No escribo ningún
hombre.
(Escribo en las
orillas de la costra
y amapolas crecen
en la sangre).
Se doblan las
ramas de los árboles hasta tocar la tierra,
hasta extender sus
flores a los muertos:
sólo un canto, sólo
un trozo de perfume
es lo que busco.