Henry Petrie (Nicaragua)
Recuerdo aquella tarde de julio, cuando las correrías y los júbilos de jóvenes hicieron de la hazaña un fragmento de historia. Todos creíamos nacer en un nuevo paraíso, una tierra prometida, una nueva vida; pero desde ese momento comenzamos a morir, porque el aturdimiento también llegó, y creernos propietarios de lo que nunca fue ni será nuestro, nos vuelve arrogantes y soberbios, y desde entonces comenzamos a morir.
Aquella tarde fue bella, a como bello es un parto, también dolorosa porque detrás del júbilo se escondió la grieta de una herencia. Anduvimos saltando, cantando y brincando, sin percatarnos de nuestra grieta, por celebrar sin descanso nuestra propia agonía disfrazada en el transcurso de imposturas poderosas.
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