En este orden de ideas, la novela histórica
cumple un propósito, pues como expresaba Maquiavelo: “…todo aquel que quiera
saber lo que ocurrirá, debe examinar qué ha ocurrido… puesto que tales acciones
son ejecutadas por hombres que tienen y han tenido siempre las mismas pasiones,
las cuales, necesariamente, deben ocasionar los mismos resultados.” Y así, tal como expresa Robert Kaplan en su
obra El Retorno de la antigüedad, que “…cuando mayor sea el desprecio
por la historia mayores serán los errores respecto al futuro.”
En consecuencia, quien
acepta el reto de escribir una novela histórica, como así lo ha hecho el
escritor HÉCTOR AQUILES GONZÁLEZ
no puede olvidar, que cuando de expresar o dibujar el pensamiento, las
sensaciones, situaciones, hechos existenciales, acontecimientos, experiencias o
tramas se trata, la palabra adquiere su más grande significado y trascendencia,
y se convierte incluso en elemento fundamental para explicar y valorar la
experiencia humana, y es por ello que escribir resulta un arte en el que la sensibilidad
y la astucia del prosista se complotan, para hacer que lo narrado, tenga credibilidad, siendo precisamente allí
donde radica la magia y la grave
responsabilidad de novelar la historia.
En nuestro país, la
novela histórica tiene ya un largo camino, ahí están como ejemplos dignos de
mencionar autores como Ramón H. Jurado, Gil Blas Tejeira, Rogelio Sinán, Gloria
Guardia, Justo Arroyo, Juan David Morgan, Carlos Cuestas y Andrés Villa, entre
tantos otros. Y qué decir de América Latina en general, en donde este género ha
sido más que desarrollado. Baste señalar como ejemplos: Doña Bárbara de
Rómulo Gallegos, El General en su laberinto de Gabriel García Márquez, La
Fiesta del Chivo de Mario Vargas Llosa, y Ahí le dejo la gloria de
Mauricio Vargas Linares.
Ahora bien, luego de
leer los 36 capítulos y 1,710 párrafos de la obra en comento, puedo expresar a
su autor AQUILES GONZÁLEZ
que el esfuerzo de regalarnos estos capítulos, por demás sorprendentes de
nuestra historia patria, valió la pena. Y como podría ser de otra manera, si
hilvana de manera razonada y con buen oficio, bajo la excusa del personaje
principal del libro -un pistolero norteamericano llamado Ran Runnels-, acontecimientos antagónicos y asombrosos sucedidos en los albores de
nuestra república, cuando aún siendo parte de la República de Nueva Granada, su
congreso autoriza la construcción de una ruta ferroviaria para atravesar el
istmo de Panamá.
Los hechos relatados
en la obra sirven a no dudarlo, para expresar de alguna manera el sinuoso camino
de la relaciones entre Panamá y los Estados Unidos de Norteamérica ya desde
mucho antes de la construcción del Canal de Panamá. Por cierto, es imperativo
resaltar que esta obra es presentada a ustedes cinco (5) días después de la
celebración del Centenario de la inauguración de la ruta interoceánica, lo cual
constituye una ocasión propicia para recordar que éste Canal -que beneficia al
comercio mundial-, fue objeto de una larga lucha patriótica que permite a los
panameños administrar de manera independiente y soberana la franja
canalera.
EL SHERIFF DE PANAMA cuenta con múltiples capítulos que exponen esa disputa permanente por el
uso y disfrute de las ventajas geográficas del istmo. Allí están reflejadas con
maestría desde su primer apartado, LA FRANJA YANKEE, y otros más
como LA GUARDIA DEL ISTMO, EL STAR AND HERALD, OTRA VEZ EL
CUADERNO NEGRO DE RUNNELS, CONFLICTOS
INTERNOS EN EL ISTMO y LA GUERRA DE LA SANDÍA (en que se expresan con lujo de detalles,
nombres de personajes históricos o no, así como acontecimientos probablemente
desconocidos para quienes lean este libro), las permanentes disputas de toda
clase y naturaleza que se sucedían desde mucho antes de 1850, fecha en que se
inicia la construcción del Ferrocarril de Panamá.
No sería justo omitir que en nuestro criterio, la creación de esta obra
debió implicar para HÉCTOR AQUILES GONZÁLEZ no solo esfuerzo literario sino también investigativo, pues salta a la vista que el narrador
invirtió cuidado al relatar, pues como
ya hemos señalado, el derroche de sitios, costumbres y acontecimientos que se
amalgaman en la trama, no dan pie a otra consideración. En este aspecto, es de
admirar el capítulo titulado LA GUERRA
DE LA SANDÍA, el cual
está tan bien relatado y mantiene la tensión y atención del lector de tal
manera, que parece estuviésemos leyendo las noticias de un hecho ocurrido tan
solo un día antes.
Debo recalcar en
consecuencia, la originalidad de AQUILES GONZÁLEZ en el tratamiento de lo imaginario, así como
la clarísima atención que presta a la verosimilitud que impone el arte, aunque
sea imposible que todo en la novela
coincida con la realidad. Respecto a lo anterior, indica con acierto MARIO
VARGAS LLOSA que: “…la ficción no es la vida sino una réplica de la vida que la
fantasía de los seres humanos ha construido añadiéndole algo que la vida no
tiene, un complemento o dimensión que es precisamente lo ficticio de la
ficción, … aquello de lo que la vida real carece pero que deseamos que tuviera
–por ejemplo, un orden, un principio y un fin, una coherencia y mil cosas más-
y para poder tenerlo debimos inventarlo a fin de vivirlo …” y es que en ésta
obra alucinante, AQUILES GONZÁLEZ ha
invertido tal empeño narrativo, que la descripción y tratamiento de la ominosa
figura de un forajido contratado por la empresa a cargo de la construcción del Ferrocarril transístmico, para acabar a punta de pistoletazos y ahorcamientos con todos los que
estorbaran dicha construcción, pone de manifiesto una buena elaboración,
facilidad estilística y agilidad expresiva, quedando demostrado su deseo de
lograr un buen discurso creativo, a pesar de la cuestionable figura del
personaje principal.
En su obra Poesía,
narrativa y reflexión, Rodolfo A. De Gracia expresa: “A no dudarlo, la
escritura es un producto. El resultado de un complejo, y a veces doloroso
proceso, en el que la duda, el miedo, la pasión, …se entremezclan con elementos
como la felicidad, la alegría, la satisfacción, y con otros que vienen a ser
utilitarios, canalizadores y catárticos, como la ironía, la burla, la parodia,
el silencio, etc” Y lo expresado, lo conoce muy bien AQUILES GONZÁLEZ, que a cada paso, cada hecho, cada
dialogo y descripción, tiende un puente hacia el pasado y nos sumerge en ese
universo de intereses contrapuestos y luchas de poder de un sociedad caótica,
que en medio del desbarajuste, se va cuajando de a poco para abrirse mejores
caminos.
Para concluir, quiero hacer hincapié en la
estrategia que utiliza AQUILES
GONZÁLEZ para terminar la obra, culminando la misma con un final
abierto y una pregunta que debe responderse cada lector, naturalmente, no seré
yo quien les señale la incógnita que deja el escritor, pues para develarla,
deben comprar la obra.
Felicitaciones
al autor.
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