domingo, 14 de marzo de 2010

ITINERARIO DE LA MUJER

Consuelo Hernández
Colombia




Por desobediente

me condenaron desde siempre

aunque a esta altura de mi vida

puedo decirles que no tiene nada de especial

el árbol del bien y el mal.



Adán, como ya saben,

nunca fue solidario

y en lugar de protegerme me acusó

en su intento egoísta por salvarse.

Desde entonces empezó mi trajinar:

Fui mujer de Lot

convertida en estatua de sal.

¿Mi pecado?

Nostalgiar el pasado...



Con mi hermana

embriagamos a mi padre, Lot,

para tener descendencia

y para salvar de la extinción nuestro linaje.



Tuve un hijo con Abraham.

cuando ya estaba menopáusica

y demostré así el poder de mis ovarios.



Me dolió el sufrimiento de mi rival, Hagar,

al sentirse en un puesto secundario.



No estuve de acuerdo con el matrimonio

de Rebeca con Isaac

porque sabía que Jacobo (su futuro hijo)

tendría que decidir

entre la belleza de Raquel

y la fealdad de Lía

ambas hijas de mi compadre Labán.



Como Judith, madre de Onán,

vi a Tamara, mi otra hija,

desesperada sin su esposo

suplicando a Onán que la preñara.

Por eso acepté de buen grado

que se fingiera prostituta

para tener descendencia con su suegro Judah.



Me vi obligada a abandonar

a mi querido Moisés

en las peligrosas aguas del Nilo

para que no lo matara el Faraón.



Gracias a la casualidad

siendo princesa pude salvarlo de las aguas

sin sospechar que él liberaría

los esclavos de nuestro reino.



Fui, y no me da vergüenza confesarlo,

la trabajadora sexual que alojó en Jericó

a los primeros Israelitas llegados a esta tierra

y a cambio salvaron mi vida y la de toda mi familia.



Fui dada como premio al que venció a los cananeos.

Como Jael traicioné a Sisera

para favorecer a las tribus.

Y como Débora guié a los israelitas de Ehud.



Habité el Monte Sinaí,

y fui víctima de mi padre

por fanatismo religioso

aunque esto me valió

el título de Santa Catalina.



Guardiana de tumbas fui

pájaro y leona alada

cabeza de águila y cola de serpiente

todo este trasmigrar para llegar a ser:

virgen y madre

amante de maestros y profetas

y todas las mujeres del mundo

que hoy corren por mis venas.

5 comentarios:

  1. No se puedía esperar menos de la gran poeta Consuelo Hernández. Tremendo poema, toda la historia de la mujer resumida en este largo aliento... eso es poesía. Y qué verdades tan profundas sin signos morales, ni mojigaterías. Cara a cara con la realidad de la vida.

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  2. Qué gran poema, hermano. Felicitaciones a la poeta C. Hernández

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  3. Excelente.este poema lo tiene todo.que mas se puede decir de la mujer despues de esta maravilla?

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