martes, 20 de diciembre de 2016

Poema de Ariel Romero (Panamá)

Mi hermano y yo, en medio
de una explosión en diciembre de 1989.
IX.
Las marcas en los árboles,
las nubes que navegan en las casas,
la lluvia que retumba con su cuerpo de serpiente.
El tiempo ha huido 
y los relojes todavía marcan el momento de la partida.
Nosotros debajo de una mesa,
adivinando los dominios del odio;
la tierra tiembla
y cae como una bandada de aves muertas.

Escondemos nuestros corazones debajo de la piedra
que los insectos llevarán hacia el nacimiento de lo inabarcable.
Se escuchan llantos,
 las hojas de los arboles caen;
 el miedo se filtra como un gránulo genocida.
 Y las tormentas volverán con sus pasos ciegos
 pero no borrarán el estruendo de las armas de nuestras mentes.

Esa calle angosta,
esa calle larga,
las piedras son seres que atrapan a la lluvia;
y el mundo perfecto se esconde en las esquinas,
no hay ruidos, no hay pasos que vayan hacia atrás.
El cielo respira entre nubes perdidas. 
Estamos debajo de la mesa,
salvaguardando lo que queda del amor;
pero todavía la explosión,
la tierra temblando,
y no pudimos retomar el génesis de lo perdido.

domingo, 18 de diciembre de 2016

Poema de Elena Liliana Popescu (Rumania)

DIME


A mi esposo, Nicolae

No creíste
que podrías vencer
cuando, renunciando a las armas,
lucharas contra tu propia imagen
por tu liberación.

Nunca podrás mirarte
a los espejos que te muestran
débil o altivo,
impávido o cobarde,
según tus deseos...

Te lo dijeron
pero no lo creíste...

En el país sin espejos,
«¿cuál será tu rostro?»,
te preguntarás entonces
una vez más, y lo sabrás
si quieres dejar que la respuesta
llegue por sí sola...

¿Qué tienes que perder
si la búsqueda es
la única realidad posible?

¿Cuál es el camino?
se pregunta el que marcha
sin saberlo por el único camino
por donde puede llegar.

¿Llegar adónde?
si él ya está allí
aunque no pueda saber aún
que ha ganado.

¿Hay alguna competición más temible
que aquella en que tú
eres el único y obstinado participante?

¿Pero cómo se puede luchar
cuando el adversario lleva
como amuleto
solo tu rostro?

«Pierde toda esperanza», te dijeron
para que pudieses esperar de verdad.
Pero, dime, ¿de qué le sirve la esperanza
al que lo tiene ya todo?
¿O saber el camino de vuelta

al que ya ha llegado?

domingo, 11 de diciembre de 2016

Poema de Aura Méndez de Canova (Panamá)

ESTAS EN LA PIEL DE LA AURORA

Se estremecen los silencios
en las pupilas del amanecer
vuelan pájaros estridentes en su rostro
beben lágrimas rotas
del lecho casi inexistente.
Hay lumbre en mis dedos silenciosos...
Aún florecen en nuestros cuerpos geométricos…
Tintas viejas y peces rojos;
me quedan espinas rotas sin astillas;
raíces cálidas en la copa azulada,
palpitan nuestros cuerpos
en los espejos del amanecer…
Allí se calcan labios atados de sueños.
Los vacíos de lunas
se llenan de espantos
y la sangre llama sed entre gaviotas.
Veo tu alma desnuda
tatuada de poemas
llenas con tus ojos
mis siglos y quimeras.
Llega la fertilidad en las sienes de la aurora
aparecen acuarios vivos en nuestros rostros.
Se encrespa una llovizna de recuerdos en la sangre,
ahora hay destellos de frases vencidas...
Y pasiones.
Las esquinas de hoy
corren tras latidos
de la esfera fundida de siglos.
¡Amaneceres sin fechas!
Voces de aurora tejen este idilio ya existente
en el libro vulnerable del amor.
Nuestra garganta unifica
labios incandescentes
exhala luz el horizonte joven.
Somos dos en las envolturas de las llamas;
el paisaje suspende
su impetuoso aullar
y entrelaza hombre y mujer en el albor…
Se funden besos desteñidos
junto al viento solar;
la piel de la aurora
crece en nuestros brazos
y en los pechos verdes que vomitan humo frío.
Te imaginé vulnerable como bruma de octubre
ahora nuestros cuerpos se transplantan.
Se destiñe el umbral de los recuerdos
y se asoman los ayes oxidados
¡Iracundo destino!
Forja a olvidar trazos vivos
rehuyen los sorbos del amor...
Meridianos desgastados... absortos.
Ahora contemplo quietud
en las violetas del amanecer;
se disgregan los recuerdos en los dedos
de la esfera abierta en llamas.
Hoy la sangre se aferra al silencio inexplicable
se aturde la lluvia
en el ocaso del amanecer
quedan tenues murmullos
ecos en la piel y memoria.
Vuelvo al periplo de mi pueblo vacío
recorro el manantial acordonado de quietud
y una frágil llama circula en los poros
de la aurora ebria.