domingo, 13 de junio de 2010

Confesiones que denuncian, según Henrie Petrie

Henry A. Petrie-Nicaragua


David C. Róbinson O. Panamá, 1960. Su más reciente poemario publicado: Confesiones de un poeta en una ciudad que odia (Editorial Casa de las Orquídeas, 2009; 72 ps). Ya antes salieron a luz La canción atrevida (1999) y Soledades pariendo (1995). Tiene otros libros, pero sólo menciono los pertenecientes al género poesía. Año tras año estampa sus huellas (o las remoza) en la Ruta (centroamericana) del maíz. Nicaragua ha sido su cabeza de playa desde el 2003.


En Confesiones de un poeta en una ciudad que odia tiene como personaje principal a un niño llamado Joaquín, amigo de “la niña de chocolate” con quien arma berrinches. Pero, ¿quién es realmente Joaquín? ¿Acaso un simple personaje de libro o la representación de una niñez sumergida en sociedades consumistas, violentas y machista? ¿Acaso la máscara del poeta, probable niño víctima también, que con conciencia forjada restriega a la sociedad disfuncional en la que vive, sus nimiedades?


Joaquín es un niño abandonado que crece en tiempo de amputaciones. Hogares disfuncionales configuran ciudadanos atrofiados. Vástagos a imagen y semejanza del monstruo social progenitor. Pequeñas criaturas que ambulan rincones urbanos (suburbios) con derechos negados. Joaquín, entonces, puede ser un nombre colectivo de maltratos, violaciones y vejámenes. Vulnerabilidad extrema. La pesadilla de haber nacido enterrado. Hambre Droga Prostitución Pedofilia Comercio… “La pobreza / es una señora sin oídos / y llena de mortajas” (p. 66). Ciudades adversas, asesina de inocencias. Mundo adulto y depravado, no en el sentido de la abyecta moralidad, sino de la distorsión existencial total. “Joaquín nació / en una ciudad / que parece odiarlo” (p. 7). Desde el aula de clase. Y “Joaquín lustra zapatos en el parque / Un viejo de panza gris le silba / El niño huye / Hace un par de días / el anciano le tocó sus partes” (p. 50). Mientras la madre, la de amantes multiplicados, quizá espera se cumpla la “promesa escrita en el hielo” derretido, del engendrador.


David Róbinson ha construido un poemario singular y experimental, que marca un nuevo estadio de su evolución poética, con definición estética diferente con relación a sus anteriores creaciones. Ya no se nos presenta Eros ni el solitario, sino el ser que observa más allá de su entorno y se sumerge en el torbellino social, una problemática donde la niñez es protagonista, la futura generación amputada. Hombres y Mujeres que continuarán el lastre y veneno suficientes para que el odio continúe marchando, aunque como un terco guerrillero resista el amor.


Entonces, el poeta abandona la superficie y se sumerge a un submundo en la búsqueda de nuevos significados, lo realmente connotante, razón por la cual abraza una función más comprometida con la vida, la esperanza que no puede difuminarse. Irrumpe la intimidad egoísta para aventarse a la lucha por una conciencia diferente, que parte de la actitud personal ante el mundo.


Son 56 piezas que hacen una historia articulada, una poética que acuña trama y conflicto, cuyo desarrollo narra. Personaje niño urbano excluido vulnerable. Como escenario la ciudad de Panamá que puede ser cualquiera. Contexto social disfuncional desgarrante y aberrante. A pesar de los Índices de Crecimiento Humano en mentes de ejecutivos distantes de submundos urbanos y rurales. Joaquín, en realidad, nos refiere grandes agujeros creados por la marginalidad y la exclusión. En este contexto, la ciudad es dolor, supervivencia, aberración y desvergüenza. Asesina de inocencias.


Desde el inicio, el poeta Róbinson hace una declaración de principio en su cometido poético, quizá consciente de que ya ha sido suficiente de contemplaciones abstractas y de ir hacia otro sentido de la existencia, al fondo de las grietas sociales. Y dice: “Hoy no quiero cantarte mis metáforas / Se me antojan patéticas / Repletas de caries y arrugadas // No quiero que escuches mi poética / Es sólo un discurso / Y fue concebido en el silencio del cómplice / En la soledad del descomprometido / (…) // Hoy no quiero que me veas / Como ese poeta encerrado tras los barrotes de una pose / Deseo que mires a un hombre / Que dejó de contemplarse el ombligo / Que levantó la vista / Que se abrió el alma / Que conoció a un niño / Huérfano de un padre vivo / Que vive / En alguna parte del país / Criado por una madre / Que es madre / En alguna parte de su ser” (p. 5).


Pero la verdad es que esa realidad ácida también construye metáforas, aquéllas que no reconocen los preciosistas ni los que buscan obras maestras, al fin y al cabo, cosmetólogos.


Cada pieza fragmento poético se interconecta. Es lo que hace la historia. Hasta sugerirnos la novela que quizá esté en la mente de Róbinson. Progenie de la idea materia chista. Como Pablo Antonio Cuadra con Cantos de Cifar, poética narrativa que nos descubre, o nos muestra, el mundo maravilloso de las isletas del Lago Cocibolca.


El poemario se estructura en cinco partes, cada una de éstas está introducida por un epígrafe en versos del poeta Héctor Collado, también panameño. Parte primera: se nos presenta a Joaquín y su entorno inmediato. Parte segunda: se caracteriza a la ciudad-sociedad mediocre, superficial y publicitaria, entran los personajes de y en las calles. Parte tercera: el agujero de Joaquín. La pobreza. Futuro cercenado. Riesgos extremos como condición social. Colegio. Parte cuarta: se ahonda en la vida de Joaquín y en los personajes a su alrededor. Exposiciones de sociedad mediocre y violenta. Parte quinta: consecuencias a falta de cambios. ¿Acaso tendrá futuro Joaquín? ¿Qué tipo de futuro? ¿El desastre?


Confesiones de un poeta… retrata un profundo agujero (ya no círculo) vicioso que absorbe nuevas fichas para la delincuencia y la criminalidad, multiplicando márgenes y exclusiones en todas las direcciones, porque margen ya no sólo es el contorno, las afueras. El poeta lo denuncia, porque ya no sólo advierte, sino que confronta el peligro, mirando el “rostro brillante” de tantos Joaquín que soportan “¡Los azotes del terror!”, y hay quienes se quejan de terrorismo. Ese niño multiplicado por cifra incuestionable está enfilado hacia la delincuencia, no la de disfraces oficiales, la otra, la que empieza robando gallinas o un trozo de pan.


Ahí entonces, ¡el detente, padre patria director perverso! Apelativo de amor y esperanza. La descripción y sugerencia poética se hace símbolo a fuerza de realidad. ¿Su significado? Hasta donde alcance la sensibilidad humana.


Managua, mayo 2010.

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