sábado, 23 de agosto de 2014

Poema de Alexander Zánches (Panamá)

MEMORÁBILA
I
En su detenido tránsito los fósiles esperan
el desmantelamiento de los   artificios
  
inamovibles en su convicción de piedra
resisten a las lámparas eléctricas
y a las interrogaciones del carbono catorce
de los paleontólogos
  
sólo cobran movimiento en la penumbra
de los museos
cuando llega la noche

y cesa el flujo de turistas
cuando los agentes de seguridad
son ganados por el   cansancio
mientras semejan pilotear naves ultramodernas
frente a   los paneles del sistema de circuito cerrado
  
entonces despiertan de su mansedumbre quieta
de su pleistocénico sueño
los huesos mutilados por el tiempo
y por los martillos de la National Geografic
y vuelven a escucharse los bramidos tras la dentellada titánica
los aullidos nocturnos de las bestias en celo
  
todo cobra movimiento bajo la bóveda de vidrio
las manadas como cardúmenes moviéndose
de un lado para otro
               por la sala
                               en sombras
huyendo de la zarpa y del colmillo
  
luego
el aire lavado por la lluvia
perlado de cristales detenidos en el   tiempo
de la fosilizada lluvia de las minas
de Muzo y de Sudáfrica
de   Siberia y de Indochina
  
el relámpago entre tanto despertando
al nacimiento de los dioses telúricos  
la tierra abriéndose
devorando los paisajes y horizontes
de los primeros seres   conscientes
  
y de nuevo el silencio inarticulado
el callado silencio del símbolo en la   piedra
íntimos mapas del alma poblando las praderas
y las paredes de cavernas y cascadas
  
la primera punta de piedra
el primer húmero quebrado
el llanto primero inducido por el   hombre
la primera muestra de furia incontenida
  
y el primer susurro en la   oreja
imitación del roce de hojas por el viento
               la primera onomatopeya
la primera sonrisa iluminando un rostro
el primer beso
el primer pacto
la primera caricia al un vientre solidario
el primer asombro metafísico
  
y nuevamente la lluvia
                               los
 relámpagos
la noche dictando paréntesis y álgebras al hombre
heredándoles el miedo genético al frío de la soledad
y al   hambre
  
en la penumbra del museo
                               penumbra fría
cobra más sentido que movimiento el fragmento de la vasija
recuerdo del barro con que coció sus dioses el hombre
aquella noche cuando tuvo que darle forma a la idea
y concibió la posibilidad de traducir la vaga concepción
que gravitaba en sus danzas de ebria psicotropiedad
  
y luego la tribu huyendo de los fríos glaciales
del sideral exilio de sus dioses
la tribu esquivando abismos y corrientes
la tribu disputándose los   territorios
la tribu distribuyendo equitativamente las pieles
                                              y los granos colectados
la tribu narrando junto al fuego sus primeros mitos
memoria   universal rescatada por el canto

  
y luego huyendo nuevamente hacia las regiones   boreales
y nuevamente al sur huyendo siempre
como buscándole sentido a las direcciones
a la rosa de los vientos y del tiempo
siempre juntos
unidos ante el abismo inevitable de la
 muerte
y   en la fiesta del nacimiento
siempre juntos
  
cobra movimiento la sala del museo
y cobra   vida
vida y movimiento que tornan al silencio pétreo
cuando se abren las puertas  
y fluyen en manadas los turistas
a nuevamente sorprenderse
con los restos fósiles
porción del tiempo   detenido
ahí donde todas las noches hay fiesta.
  
  
II
               (alegoría maya)
  
la geometría desmiente a los invasores
con la estoicidad que confiere el paso de los siglos
  
se han desmoronado algunos muros
los techos
las tapias
de los jardines
  
aún sobreviven las pruebas
de la preexistencia del cero
del análisis matemático
del cálculo del tiempo que no logran   rebatir
los informes del Vaticano
  
aún sobreviven las estelas
donde se describen los detalles de
 la transacción
porque no eran ajenos al comercio
ni siquiera desconocían el uso de la   rueda
  
adoraban sin embargo a los bárbaros dioses   elementales
propugnaban en sus templos
 el retorno a los antiguos pasos
templos cuyos altares estaban expuestos a la luz del sol
y de   las estrellas
templos magníficos
visitados cada año   por la sombra de sus dioses
  
las espadas se cebaron con las carnes del jaguar
y la serpiente
quetzal y colibrí vieron morir a sus   cantores
  
en las noches de luna llena juegan  
entre las olas tranquilas de los lagos
los destellos luminiscentes de los antiguos altares
ocultos por el tiempo

en las profundidades   del barro subacuático
el barro quebrado contra la piedra
el hueso convertido en herramienta
la semilla germinando en los vientres
regresando

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